La Cátedra de Estudios Turísticos “Pedro Zaragoza Orts” me ha invitado como ponente nacional, dentro de la mesa dedicada a la ODS 6: Agua y mar, al XX Foro Internacional de Turismo de Benidorm. Es la segunda vez que me invitan a este evento, la vez anterior en el XVIII Foro Internacional, que hablé sobre playas inteligentes. Se trata de un encuentro impulsado por la Universidad de Alicante, el Ayuntamiento de Benidorm, el Patronato Costa Blanca, Turisme de la Comunitat Valenciana, la Fundación Turismo de Benidorm y HOSBEC.
La Cátedra, dirigida por el profesor Armando Ortuño, tiene por objeto el análisis, la investigación y la docencia de la realidad, problemática y perspectivas de las empresas y destinos turísticos en general, desde todos los puntos de vista relevantes, ocupándose de desarrollar el programa formativo y las tareas de investigación que contribuyan a mejorar la formación y los conocimientos en esta materia. En su programa de actividades se incluye la organización de cursos y seminarios referidos a temas turísticos, con especial atención al ámbito de la Costa Blanca y Benidorm, así como conferencias y exposiciones sobre la actividad turística, junto con la realización de estudios y trabajos de investigación.
Desde sus inicios en 1995, el Foro se ha desarrollado cada dos años y ha abordado diferentes temáticas clave para la planificación y gestión de los destinos y empresas turísticas de la Comunitat Valenciana. Este año el Foro celebra su XX EDICIÓN y una vez más se reinventa para adaptarse a la situación vivida en los últimos meses, incrementando su distribución gracias a su modalidad online que permitirá seguir el desarrollo del Foro vía streaming.
Mi participación está prevista para el 2 de diciembre de 2020, a las 12:15 h. La mesa la presenta y modera Vicente Mayor, director del Departamento de Ingeniería del Ayuntamiento de Benidorm. Me acompañan Asunción Martínez, presidenta de Hidraqua – Grupo Suez España y José Palacios, vicepresidente de Bandera Azul.
Tengo prevista una breve presentación de 10 minutos sobre la incidencia del coronavirus en la gestión de las playas. Luego tendremos un debate con preguntas. Se tratará sobre los indicadores de sostenibilidad de los Destinos Turísticos Inteligentes, sobre la utilización de las plantas desalinizadoras y el precio del agua, sobre la coordinación de recursos tecnológicos en la costa y las competencias administrativas, etc. Creo que será de interés. Os invito a participar. Te puedes inscribir aquí: https://fitbenidorm.com/
Son millones las personas con alguna discapacidad permanente, tan sólo en la Unión Europea. La cifra debería aumentarse con aquellas otras que, de forma temporal, igualmente tienen dificultades de movilidad o comunicación. Este colectivo también viaja y demanda servicios turísticos que requieren una adecuación de los medios de transporte, las instalaciones o los servicios que les ofrece el entorno convencional. Además, la gestión, el diseño de las infraestructuras y la prestación de los servicios turísticos que integren la accesibilidad, contribuirá a mejorar la calidad de la oferta.
La accesibilidad es la cualidad que tienen el conjunto de espacios para que cualquier persona pueda llegar a todos los lugares y edificios que desee sin sobreesfuerzos, la posibilidad de evacuación en condiciones de seguridad cuando alguna emergencia lo requiera, y el uso cómodo de las instalaciones y los servicios. Cuando del turismo se trata, ésta debe estar presente en las oficinas de información y agencias de viaje, en las estaciones, puertos y aeropuertos, en los vehículos de transporte, en los hoteles, en las playas… en definitiva, en el conjunto del producto turístico global.
La presencia de playas de arena fina bañadas por aguas limpias en costas soleadas constituye, en muchos casos, el principal factor de producción turística, siendo su gestión esencial en su éxito. Este espacio singular, de forma directa o indirecta, se convierte en una fuente de ingresos, por lo que se hace imprescindible abordar su ordenación y su eficiencia. Sin embargo este recurso debe integrarse dentro de un producto turístico global diferenciado de otros espacios que suponen cierta competencia, con la vista puesta en todo momento en las tendencias que se observan en la demanda. No es suficiente que las playas estén bien dotadas desde la perspectiva de sus infraestructuras básicas, sino que éstas deben adecuarse a todos los posibles usuarios, incluidos los que presenten movilidad reducida.
¿Cómo se plantea el diseño y la gestión de las playas turísticas accesibles? Os dejo un vídeo explicativo y un artículo que publicamos en su momento al respecto. Este curso es una ampliación respecto a algunos cursos presenciales que he tenido la oportunidad de dirigir, el último, en Oporto (Portugal). Espero que os sea de interés.
Referencia:
YEPES, V.; CARDONA, A.; VALLÉS, A. (2000). Diseño y gestión de playas turísticas accesibles.Equipamiento y servicios municipales, 88: 9-14. Marzo-Abril. Depósito Legal: M-3244-1985. ISSN: 1131-6381. Edita: Publiteca, S.A. Madrid.
Nadie duda hoy en día de la importancia económica, social y medioambiental de las playas. Muy relacionada con su gestión, se encuentra su limpieza. En artículos anteriores ya vimos aspectos de la limpieza mecánica de las playas, la relevancia de la limpieza en la pérdida de arenas en playas encajadas, entre otros artículos que podéis encontrar en mi blog.
A continuación os paso un vídeo explicativo al respecto, que forma parte de un curso que he preparado online sobre la gestión de las playas. Este curso es una ampliación respecto a algunos cursos presenciales que he tenido la oportunidad de dirigir, el último, en Oporto (Portugal). Espero que os sea de interés.
Resulta difícil poner en tela de juicio la gran trascendencia social y económica que tiene el turismo para España, especialmente en situaciones de coyuntura económica y sanitaria tan complicadas como las actuales. Esta actividad se ha basado, fundamentalmente, en la explotación de su zona costera. La sociedad del ocio actual genera una presión de usos que, concentrada en los periodos estivales, genera impactos ambientales significativos. En particular, la arena de las playas y el espacio litoral son dos recursos naturales críticos para la pervivencia económica y medioambiental de las regiones costeras (Yepes y Medina, 2005). Ello justifica la necesidad de conciliar la funcionalidad de estos espacios, frecuentados de forma masiva en algunos lugares, con los problemas de conservación y estabilidad de la ribera del mar a corto y largo plazo.
El reconocimiento de la importancia de las playas se ha traducido en estrategias, tanto europeas como nacionales, dirigidas a aumentar la excelencia de estas áreas naturales mediante directivas que atienden a la calidad higiénica de la arena y del agua de baño, así como en la adopción de diferentes distintivos de calidad y normas internacionales con una clara orientación hacia el usuario (Yepes, 2005, 2007; Ariza et al., 2008a). Una derivación de todo lo anterior es que muchos procesos formales de gestión de playas se están poniendo en marcha todos los días (James, 2000).
Así, la limpieza de los arenales constituye una pieza fundamental para ofrecer unos espacios singulares en buenas condiciones higiénico-sanitarias para los usuarios, especialmente en aquellos municipios donde su uso es intensivo. De hecho, los estándares exigidos a las playas por el distintivo Bandera Azul y otras normativas (ISO, ICTE) suponen una garantía de calidad en este sector. Sin embargo, el uso masivo de medios mecanizados para la limpieza exhaustiva de las playas puede provocar impactos que implican tanto una reducción de los sedimentos como una alteración del equilibrio de la biodiversidad existente. Las playas urbanas encajadas de uso masivo (Yepes y Medina, 2007), o las playas semiurbanas con sistemas dunares (Roig, 2004) pueden ser ejemplos extremos donde las consecuencias de estos impactos pueden ser significativos, tal y como se verá a continuación.
El objeto del presente artículo, basado en Yepes y Cardona (2008, 2009) es establecer una serie de criterios o medidas correctoras que minimicen de algún modo los impactos producidos por la limpieza mecanizada de las playas, de forma que sean considerados en las distintas normas o manuales de calidad propios de los municipios costeros que gestionan sistemáticamente sus playas. Para ello, en primer lugar, se repasarán someramente los requisitos exigidos por algunos sistemas de gestión de playas; a continuación, se describirán brevemente las características principales de las máquinas de limpieza; posteriormente, se analizarán las consecuencias de una gestión inadecuada de este tipo de equipos y, por último, se establecerán ciertos criterios y recomendaciones que traten de minimizar dichos impactos.
Requisitos de limpieza de playas en los sistemas de gestión
Los instrumentos voluntarios de gestión de la calidad y del medio ambiente han contribuido a transformar positivamente la forma de entender las playas turísticas en muchas zonas de nuestro litoral (Yepes, 2007). En el ámbito del control y del aseguramiento de la calidad cobran especial importancia las normas que definen las características de un producto, un servicio o un proceso. Cuando el objeto de una norma es una playa, éstas se pueden clasificar en normas de producto o servicio, centradas en las características, especificaciones y atributos que debe cumplir una playa (Banderas Azules o del Sistema de Gestión del Uso Público de las Playas, desarrollado por el Instituto para la Calidad Turística Española –ICTE-), y en normas del sistema de gestión, que inciden en las especificaciones que deben cumplir las actividades que conforman los procesos (normas ISO 9000 en calidad e ISO 14000 en medio ambiente constituyen los referentes internacionales de gestión).
Tanto los requisitos de Banderas Azules como los del sistema del ICTE priman la satisfacción de los usuarios por encima de otro tipo de consideraciones. Es por ello que la limpieza de las playas, del agua del mar y de las instalaciones durante la temporada de baño constituye una condición de cumplimiento mínimo. Un municipio que pretenda ostentar alguno de estos distintivos en sus playas debe realizar labores de prevención con la dotación del número mínimo de papeleras que deberán ser vaciadas con la suficiente periodicidad, tareas regulares de limpieza de la arena y un control sistemático del agua de baño y de la arena que aseguren las buenas condiciones higiénico-sanitarias.
La norma del sistema del ICTE (ver Yepes, 2005), define las características de gestión y los requisitos internos aplicables a los procesos de limpieza de la superficie de la playa, de sus instalaciones y a la recogida selectiva de residuos. Se exige un equipo de trabajo, propio del Ayuntamiento o de un proveedor de servicios, que realice los servicios de limpieza, asegurándose que se respetan las instrucciones establecidas para alcanzar los niveles de calidad y servicio indicados en la norma. Uno de los aspectos novedosos de este documento consiste en la obligación de establecer un conjunto de indicadores, a partir de los cuales se hará un seguimiento del nivel de servicio ofrecido y del nivel de satisfacción percibido por el usuario.
La norma del ICTE obliga a establecer un Plan de Limpieza de la superficie seca y húmeda de la playa y del agua que incluya, al menos, los recursos humanos y materiales disponibles, la frecuencia del servicio, el horario de prestación, las rutinas de limpieza y de recogida de residuos naturales (si la legislación aplicable lo permite), las pautas de actuación frente a residuos peligrosos y la relación de gestores o vertederos autorizados. Durante la temporada de baño, la ejecución de este plan implicará la recogida de residuos de la superficie seca de la playa, la oxigenación de la arena y su reubicación en caso de necesidad y la retirada de residuos no naturales del agua. Fuera de la temporada de baño, al menos se deberá realizar la recogida de residuos de la superficie seca de la playa y la reubicación, cuando corresponda, de la arena. En la Tabla 1 se recoge un ejemplo típico de limpieza de una playa en función de la temporada de baño.
El Ente Gestor contemplará en el Plan de Limpieza las actividades que garanticen que se alcanzan los niveles de limpieza de la superficie seca requeridos tras la celebración de eventos especiales y otras situaciones no habituales. Durante la temporada de baño, la frecuencia mínima del servicio será diaria en la superficie seca, manteniéndose registros de las actividades de limpieza. Asimismo, el Ente Gestor supervisará el cumplimiento del plan de limpieza establecido, y en caso de producirse desviaciones tomará las acciones correctoras necesarias. Para garantizar este mecanismo de control, se elaborará y mantendrá un registro actualizado de las inspecciones realizadas, dedicando una especial atención al grado de cumplimiento de las rutinas de limpieza y a la comprobación de la eficacia del Plan de Limpieza.
La maquinaria empleada en la limpieza de las playas
El mercado ofrece equipos para la limpieza de playas que se basan en la succión y en el rastrillado o cribado. El primer método se emplea con playas de árido grueso, mientras que el segundo, más frecuente, se utiliza para las playas de arena fina. Existen equipos de distinta complejidad que penetran en la arena hasta profundidades típicas de 30 cm, realizando un intenso y continuo batido que permite el secado y la ventilación de la arena gracias a la acción del aire y los rayos ultravioletas. El material recogido atraviesa unas mallas cribadoras de diferentes calibres que separan los desperdicios para depositarlos en unas tolvas que se vacían hidráulicamente sobre un vehículo contenedor o en el lugar de vertido. Existen opciones que incorporan equipos de desinfección, para actuar contra hongos, bacterias y virus.
En el mercado se pueden encontrar distintos tamaños de máquinas que tratan de adaptarse a las dimensiones de cada playa. Existen modelos con anchos de trabajo típicos de 2,2 m y tolvas de hasta 2,5 m3, adecuados para playas largas y anchas. Estas dimensiones se reducen a valores de 1,2 m para el ancho de trabajo y 0,5 m3 cuando se trata de pequeñas calas y zonas de difícil acceso por presencia de toldos, sillas, etc. Para municipios pequeños, algunas firmas comerciales ofrecen equipos polivalentes capaces de operar como barredoras, mediante la sustitución del rulo de limpieza por cepillos, con el objetivo de aumentar la rentabilidad del equipo, en los meses de invierno. En la Figura 1 se recoge un ejemplo de máquina de limpieza remolcada mediante tractor.
Los requisitos funcionales deseables para la maquinaria de limpieza de playas podrían ser, entre otros, los siguientes (ver Yepes y Cardona, 2000):
Recoger residuos de cualquier tamaño y naturaleza.
Dejar la arena en el mismo lugar.
Capacidad para limpiar tanto la arena seca como húmeda.
Manejabilidad
Buen rendimiento con poco mantenimiento.
Es difícil encontrar una máquina lo suficientemente versátil para cumplir con todos los requisitos anteriores. Normalmente hay que alternar unidades de gran rendimiento –que suelen ser remolcadas por un tractor-, junto con pequeñas máquinas autopropulsadas capaces de realizar la limpieza en pequeños espacios, junto a las pasarelas, los bordes de los paseos marítimos, áreas de juego y otros. También resulta complicado compatibilizar su uso en la arena seca y húmeda. Los procedimientos de recogida de residuos incluyen desde cintas con resortes de aleación capaces de barrer superficialmente hasta técnicas de cribado por bandejas o mallas. Si bien con el primer método la recogida de arenas es mínima, la profundidad de limpieza está limitada. Utilizando el segundo, se recoge una gran cantidad de arenas y resulta inviable, en numerosas ocasiones, para la zona húmeda de la playa. En cualquier caso, se recomienda que la máquina tenga un recipiente de almacenamiento basculante, así como que el mantenimiento y las piezas de recambio sean accesibles.
En determinadas ocasiones resulta muy efectiva la remoción superficial de las arenas (unos 15 cm) a primera hora de la mañana con un rastrillo acoplado al tractor, pues la oxigenación, la desecación y la radiación solar de las arenas favorecen su desinfección, disminuye su compacidad y mejora el aspecto visual y la comodidad de la playa. Ahora bien, esta operación no puede sustituir, evidentemente, a la recogida de los residuos. Asimismo, es conveniente que cada playa disponga de maquinaria capaz de reubicar la arena que normalmente se almacena junto al pretil de los paseos marítimos. En la Tabla 2 se han recogido una serie de características básicas de la maquinaria de limpieza de las playas de arena, con algunas ventajas e inconvenientes.
Consecuencias de la limpieza mecánica de las playas
Roig (2004) argumenta que la limpieza mecanizada de las playas realizada de forma exhaustiva y sin aplicar criterios geomorfológicos y ambientales de gestión reduce la biodiversidad costera, altera los perfiles de playa y provoca una pérdida de sedimentos. En efecto (ver Figura 2), la reducción de la materia orgánica natural disminuye tanto el desarrollo de microorganismos y fauna intersticial como la cantidad de nutrientes necesarios para las comunidades vegetales (Llewellyn y Shackley, 1996; Gheskiere et al., 2006). Otros trabajos, como el de Malm et al. (2004) indican que si bien la limpieza mecánica reduce el contenido orgánico de la arena, mejorando la calidad del agua de baño y reduciendo la producción microbiana, no es significativo el efecto en la biodiversidad sobre la macrofauna. La retirada de plantones afecta negativamente a las dunas embrionarias, y por ende, a la estabilización natural del sedimento. La compactación de la arena cambia su rugosidad natural y elimina geomorfologías efímeras de playa (ripples y shadow tongues), acrecentando el ángulo de incidencia del viento y su erosión. En la zona húmeda de la playa (swash) aumenta la probabilidad de retirada de las arenas por su grado mayor de cohesión; al mismo tiempo, la compactación favorece la entrada del oleaje, incrementando los procesos erosivos. Asimismo, la limpieza mecanizada descalza el pie de talud de las dunas, con la consiguiente eliminación vegetal; ello facilita la acción directa de viento en su proceso erosivo.
Sin embargo, a pesar de las evidencias aportadas por estos autores, las razones esgrimidas no suponen el grueso de las pérdidas de sedimentos originados por una mala gestión de la limpieza mecánica de las playas. En efecto, la limpieza diaria en zonas de uso intensivo y la eliminación periódica de residuos naturales acumulados (algas y restos de Posidonia oceanica) supone una retirada de arena involuntaria que se ha podido estimar (Yepes y Medina, 2007) en unos 500 m3 por kilómetro y año en playas no muy intensivas y con un sistema de gestión relativamente bien organizado; las pérdidas en playas sin un sistema de aseguramiento de la calidad de la limpieza pueden ser mucho mayores y derivar en extracciones encubiertas de arena para usos agrícolas y ganaderos, jardinería, etc. La Figura 3 muestra una acumulación en ecoparque de restos de Posidonia oceanica (obsérvese la gran cantidad de arena retirada involuntariamente). Una mala interpretación sobre las consecuencias de una mala gestión no puede derivar en la completa eliminación de la limpieza de las arenas por parte de los municipios. Este argumento se ha empleado demagógicamente por parte de algunos responsables municipales, los cuales, debido a la grave crisis económica actual, han decidido eliminar o reducir la limpieza de las playas por razones de índole medioambiental.
Ariza et al. (2008b) constatan deficiencias en la limpieza mecanizada de las playas catalanas, especialmente en la recogida de residuos de pequeño tamaño tales como colillas y en la excesiva retirada de arena. En su trabajo, estos autores recogen cifras proporcionadas por el Servei de Prevenció i Medi Ambient de una retirada de más de 163 toneladas de arena en la limpieza de las playas de Barcelona en la temporada de junio a septiembre de 2005. En algunos casos se retiraron, junto con los residuos, más de 50 kg de arena por hora de trabajo, suponiendo ésta un 80% en peso del total del material recogido. Por estas razones, se propone una revisión de las operaciones de la limpieza mecánica de las playas.
Con el objeto de colaborar con los diversos municipios en la limpieza y mantenimiento de sus playas, desde el año 1996, la Generalitat Valenciana ha venido contemplando, dentro de su Plan de Turismo Litoral, la adquisición de máquinas de limpieza, las cuales son cedidas a las corporaciones locales e incluso a las diputaciones (ver Yepes y Cardona, 2000). La importancia que tiene la retirada de arena de la playa por parte de estos equipos aconsejó a la Conselleria de Turismo a establecer pruebas “in situ” que sirvieran en sus concursos de adquisición de estas máquinas para discriminar mediante criterios técnicos la idoneidad de cada una de ellas. En efecto, dicha Conselleria adquiere máquinas para luego cederlas a los ayuntamientos y así fomentar la limpieza y calidad de las playas de la Comunitat Valenciana. Los aspectos críticos a la hora de realizar dichas pruebas consisten en la determinación de los rendimientos en la limpieza, tanto en arena seca como húmeda, con obstáculos y sin ellos. A parte de evaluar la efectividad de la retirada de residuos con elementos normalizados (tacos de madera, canicas de vidrio, etc.), se mide la cantidad de arena retirada durante la limpieza (ver Figuras 4 y 5). Estas pruebas normalizadas se han realizado a través de la Universidad Politécnica de Valencia, asesorado por profesores de Procedimientos de Construcción y de Maquinaria y Medios Auxiliares del Departamento de Ingeniería de la Construcción y Proyectos de Ingeniería Civil (ver Figuras 6 y 7). Conviene destacar que, en estas pruebas, la pericia del conductor de la máquina y su buen hacer influyen decisivamente en la calidad de la limpieza conseguida.
Los accesos de la maquinaria a la playa pueden empeorar la situación descrita. La conjunción del viento junto con un inadecuado diseño del paseo marítimo y de la trama urbana, pueden provocar la pérdida de sedimentos que, en algunos casos, puede ser tan importante como la limpieza directa de la playa. Finalmente, el volumen de arena que retira cada usuario de forma involuntaria (dependiendo de la granulometría, unos 20 gramos/bañista/salida) supone una pérdida del orden de 10 m3/km/año. En conjunto, las operaciones de limpieza pueden significar, en el caso de la inexistencia de aportes de sedimentos –playas encajadas, por ejemplo-, un retroceso medio sostenido a largo plazo de la línea de orilla del orden de 10 cm/año con un buen control de las operaciones de limpieza y mucho más sin control (ver Yepes y Medina, 2007). A corto plazo el efecto es imperceptible, pero a largo plazo las consecuencias son significativas.
Propuestas de mejora en la gestión de la limpieza mecánica
Todo lo anteriormente expuesto justifica el establecimiento de una serie de medidas correctoras en la gestión de la limpieza mecanizada que reduzca, en la medida de lo posible, los impactos realizados sobre los arenales. Estas propuestas deberían introducirse como requisitos en las normas de calidad y en los manuales de gestión de las playas turísticas:
La limpieza mecánica sólo se permitirá si la superficie se encuentra seca (7-10 cm). La limpieza en la zona húmeda se centrará en los residuos antrópicos.
Se evitará la limpieza mecánica cuando exista previsión de viento fuerte, con el fin de reducir el transporte eólico.
No se aceptarán prácticas de roturación y arado en profundidad de la playa.
En playas con sistemas dunares, se establecerán franjas de reserva (3-5 m) donde la limpieza será manual y selectiva.
Se asegurará un sistema de control de las operaciones de limpieza para evitar el fraude y las extracciones sistemáticas de arena para usos no autorizados.
Se realizarán periódicamente pruebas “in situ” con las máquinas de limpieza mecánica que midan el volumen de arena retirada, con la elaboración de indicadores de seguimiento. Este será un criterio que prime a la hora de adquirir nuevos equipos.
Los conductores de los equipos de limpieza realizarán cursos de adiestramiento, pues su pericia influye decisivamente en la reducción de la arena retirada.
Se limitará la frecuencia de retirada de restos naturales (Posidonia oceanica), depositando los restos dentro de la propia playa (zona dunar).
Se adecuará el diseño de paseos marítimos y rampas de acceso a playas para minimizar las pérdidas debidas al transporte eólico.
En playas de uso masivo, se colocarán duchas o lavapiés que eliminen los sedimentos adheridos a los bañistas.
Como recomendación final se debería incluir el incremento de las actividades de educación ambiental. En efecto, Rodríguez-Santos et al. (2005) comprobaron que el comportamiento del usuario afecta a la cantidad de basura generada en las playas. Se trata de una medida cualitativa con un gran efecto cuantitativo.
Conclusiones
El reconocimiento de la importancia de las playas se ha traducido en estrategias dirigidas a aumentar su excelencia mediante directivas que atienden a la calidad higiénica de la arena y del agua de baño, así como en la adopción de diferentes distintivos de calidad y normas internacionales con una clara orientación hacia el usuario. Esta situación ha provocado la limpieza sistemática con medios mecánicos de estos espacios naturales que, realizada de forma exhaustiva y sin aplicar criterios geomorfológicos y ambientales de gestión, reduce la biodiversidad costera, altera los perfiles de playa y provoca una pérdida de sedimentos. A ello hay que añadir la importante pérdida de arena provocada por la falta de efectividad de algunas máquinas en la limpieza diaria y la eliminación periódica de residuos naturales acumulados (algas y restos de Posidonia oceanica). Todo ello supone una retirada de arena involuntaria estimada en unos 500 m3 por kilómetro y año en playas no muy intensivas y con un sistema de gestión relativamente bien organizado. Estas pérdidas pueden ser mucho mayores y derivar en extracciones encubiertas de arena para usos agrícolas y ganaderos, jardinería, etc. Para minimizar los impactos producidos por una gestión ineficiente de la limpieza mecánica, se proponen una serie de medidas correctoras que deberían introducirse como requisitos en las normas de calidad y en los manuales de gestión de las playas turísticas. Entre ellas destacan la adopción de zonas de reserva en sistemas dunares y la adopción de indicadores que midan, de forma objetiva, la efectividad de la maquinaria para evitar la retirada excesiva de arena junto con los residuos. Todo ello se debería completar con un incremento de la educación ambiental de los usuarios que, sin duda, redundaría en una reducción importante de los residuos generados en estos espacios naturales.
Referencias
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Ariza, E., Jiménez, J.A. y Sardá, R. 2008b. Seasonal evolution of beach waste and litter during the bathing season on the Catalan coast. Waste Management, 28(12): 2604-2613..
James, R.J. 2000. From beaches to beach environments: linking the ecology, human-use and management of beaches in Australia, Ocean & Coastal Management, 43: 495-514.
Llewellyn, P.J. y Shackley, S.E. 1996. The effect of mechanical beach-cleaning on invertebrate populations. British Wildlife, 7(3): 147-155.
Malm, T., Raberg, S., Fell, S. y Carlsson, P. 2004. Effects of beach cast cleaning on beach quality, microbial food web, and littoral macrofaunal biodiversity. Estuarine, Coastal and Shelf Science, 60: 339-347.
Medina, J.R. 2007. PLAYEN (Informe Nº 2): Estudio de la gestión de arenas dentro de playas urbanas encajadas. Informe para la Dirección General de Costas del Ministerio de Medio Ambiente. Abril de 2007.
Gheskiere, T., Magda, V., Greet, P. and Steven, D. 2006. Are strandline meiofaunal assemblages affected by a once-only mechanical beach cleaning? Experimental findings. Marine Environmental Research, 61: 245–264.
Rodríguez-Santos, I., Friedrich, A.C., Wallner-Kersanach, M. y Fillmann, G. 2005. Influence of socio-economic characteristics of beach users on litter generation. Ocean and Coastal Management, 48: 742-752.
Roig, F.X. 2004. Análisis y consecuencias de la modificación artificial de perfil playa-duna provocado por el efecto mecánico de su limpieza. Investigaciones Geográficas, 33: 87-103.
Yepes, V. 2002. Ordenación y gestión del territorio turístico. Las playas. En Blanquer, D. (ed.). Ordenación y gestión del territorio turístico: 549-579. Ed. Tirant lo Blanch. Valencia.
Yepes, V. 2005. Gestión del uso público de las playas según el sistema de calidad turístico español. Actas de las VIII Jornadas Españolas de Ingeniería de Costas y Puertos. CD-ROM, 10 pp.
Yepes, V. 2007. Gestión del uso y explotación de las playas. Cuadernos de Turismo, 19: 245-257.
Yepes, V. y Cardona, A. 2000. Mantenimiento y explotación de las playas como soporte de la actividad turística. El Plan de Turismo Litoral 1991-99 de la Comunidad Valenciana. Actas de las V Jornadas Españolas de Ingeniería de Costas y Puertos: 857-876. Ed. Universidad Politécnica de Valencia.
Yepes, V. y Medina, J.R. 2005. Land Use Tourism Models in Spanish Coastal Areas. A Case Study of the Valencia Region. Journal of Coastal Research, SI 49: 83-88.
Yepes, V. y Medina, J.R. 2007. Gestión de playas encajadas de uso intensivo. Actas de lasIX Jornadas Españolas de Ingeniería de Costas y Puertos: 297-304. San Sebastián, 29-30 de mayo.
Yepes, V. y Cardona, A. (2008). Incidencia de la limpieza mecánica en la pérdida de arena en las playas. Actas del X Congreso y Exposición Internacional de Playas. 15-17 octubre, Vigo (España).
Yepes, V. y Cardona, A. (2009). La limpieza mecánica de las playas. Equipamientos y servicios municipales, 141: 20-30.
Uno de los datos más relevantes para que el uso seguro de las playas en tiempos de coronavirus es la estimación del aforo máximo de una playa en función una serie de factores que deben adaptarse a las circunstancias de cada playa y al contexto de la pandemia. Este cálculo no es sencillo, pues los factores que habitualmente se utilizan en los cálculos de aforos en playas se basan en aspectos que relacionados con el confort y con la satisfacción del usuario. Es la primera vez, por tanto, que se plantea un método cuyo objetivo principal sea la reducción del riesgo de contagio por coronavirus.
Para conocer dicho aforo son necesarios, entre otros, determinar las siguientes variables que influyen en el problema: distancia de seguridad sanitaria, ocupación estática segura, ocupación dinámica segura, porcentaje de usuarios susceptible de contagio, tipo y porcentaje de ocupación de la playa (toallas, sombrillas, toldos), tamaño de las “unidades de convivencia”, zonificación de la playa por usos (zona activa, zona de reposo, zona de resguardo, zona de servicios), temperatura de la arena, velocidad y dirección de la brisa, carrera de marea, curva horaria de uso de la playa, curva diaria de uso de la playa, separación entre accesos a la playa, separación de pasillos intermedios en zona de reposo, rango de tiempo mínimo y máximo de disfrute de la playa, velocidad de movimiento de los bañistas en la playa, gestión de colas, entre otras variables.
Se plantea, por tanto, un método simplificado que depende de una serie de coeficientes correctores que deberían ajustarse estudiando casos reales en cada una de las playas. El dato del aforo es fundamental para las autoridades que deben tomar decisiones respecto al control de accesos, planificación o evacuación de una playa en caso de necesidad. Además, el aforo máximo es un dato necesario en cualquier aplicación que, en tiempo real, sea capaz de comunicar a los usuarios si se ha desbordado el límite seguro de uso.
Dejo a continuación una metodología simplificada que, espero, os pueda ser útil y os resuelva muchas de vuestras dudas.
¿Cómo será el turismo de sol y playa tras la crisis de la COVID-19?
A las puertas del mes de junio, todos nos preguntamos por las playas: ¿cómo va ser su uso? ¿Vamos a poder disfrutar de ellas? ¿Cómo se puede calcular su aforo?
Desde la Universitat Politècnica de València se están estudiando soluciones que sean útiles este mismo verano. Estudios que pretenden contribuir a garantizar la seguridad en nuestras playas, fundamentales también para la temporada turística.
Y de turismo hablamos también en este programa: ¿se ha acabado el modelo turístico que imperaba hasta marzo de este año? ¿Cuáles son las claves para recuperar a un sector tan importante para nuestra economía?
De todo ello y más cosas hablamos con Víctor Yepes, catedrático de la Universitat Politècnica de València y Leire Bilbao, gerente de la Fundación Visit Benidorm.
“Revisado por pares” es un programa en el que investigadores de la Universitat Politècnica de València (UPV) pasan por nuestros estudios para comentar, de dos en dos, la actualidad científica. Una agradable conversación para estar al día de los avances en el mundo de la investigación académica.
Con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Uno de los datos más relevantes para que el uso seguro de las playas en tiempos de coronavirus es la estimación del aforo máximo de una playa en función una serie de factores que deben adaptarse a las circunstancias de cada playa y al contexto de la pandemia. Este cálculo no es sencillo, pues los factores que habitualmente se utilizan en los cálculos de aforos en playas se basan en aspectos que relacionados con el confort y con la satisfacción del usuario (Figura 1). En las referencias se encuentra bibliografía para el cálculo del aforo en circunstancias de uso normal.
La determinación de un modelo preciso debe ser objeto de un proyecto de investigación que movilice los recursos necesarios. De hecho, estamos trabajando en la Universitat Politècnica de València a marchas forzadas para tener a punto un modelo que pueda aplicarse este mismo verano. No obstante, en este documento se describe un procedimiento simplificado para corregir el aforo de una playa en función de factores que dependen del riesgo sanitario, del comportamiento de los usuarios y de la capacidad de control que tenga la autoridad responsable de la playa. Los coeficientes que se plantean se podrían ajustar y particularizar para casos concretos, pero sirve de base para el estudio del aforo permitido en una playa.
El dato de partida más importante es la consideración del aforo bruto de la playa. Para conocer dicho aforo son necesarios, entre otros, determinar las siguientes variables que influyen en el problema: distancia de seguridad sanitaria, ocupación estática segura, ocupación dinámica segura, porcentaje de usuarios susceptible de contagio, tipo y porcentaje de ocupación de la playa (toallas, sombrillas, toldos), tamaño de las “unidades de convivencia”, zonificación de la playa por usos (zona activa, zona de reposo, zona de resguardo, zona de servicios), temperatura de la arena, velocidad y dirección de la brisa, carrera de marea, curva horaria de uso de la playa, curva diaria de uso de la playa, separación entre accesos a la playa, separación de pasillos intermedios en zona de reposo, rango de tiempo mínimo y máximo de disfrute de la playa, velocidad de movimiento de los bañistas en la playa, gestión de colas, entre otras variables.
Una vez conocido el aforo bruto de una playa atendiendo al modelo anteriormente mencionado, se hace necesario conocer el aforo neto de la playa. Para simplificar al máximo este cálculo, se propone un método que solo precisa de tres coeficientes correctores.
El aforo neto se calcula multiplicando el aforo bruto por el coeficiente de riesgo sanitario, por el coeficiente de comportamiento social y por el coeficiente de capacidad de control.
El coeficiente de riesgo sanitario, Crs, corrige el aforo atendiendo al contexto sanitario (porcentaje de la población contagiada, fase de desescalada, y cualquier otro aspecto relacionado con la frecuencia y la gravedad de la propagación del virus). Como estimación se pueden emplear los coeficientes de la Tabla 1, no pudiéndose utilizar un coeficiente unidad salvo justificación debidamente documentada.
El coeficiente de comportamiento social, Ccs, es un coeficiente reductor que tienen en cuenta el cumplimiento de las normas impuestas por las autoridades sanitarias, de orden público o cualquier otra que afecte a la seguridad de las personas. Se puede tomar, como estimación, los coeficientes de la siguiente Tabla 2:
El coeficiente de capacidad de control, Ccc, depende de la capacidad operativa del responsable de las playas para controlar los accesos, tener un control en tiempo real del aforo y presentar capacidad para desalojar de forma eficaz la playa en caso de un incumplimiento grave. Se pueden estimar los siguientes coeficientes recogidos en la Tabla 3, no pudiéndose utilizar un coeficiente igual o mayor a 0,80 salvo justificación debidamente documentada:
Os dejo a continuación la entrevista que me hicieron al respecto en Radio Nacional de España:
Referencias:
YEPES, V. (2002). La explotación de las playas. La madurez del sector turístico. OP Ingeniería y territorio, 61:72-77. Depósito Legal: B-5348/1986. ISSN: 0213-4195. Edita: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Barcelona. (link)
YEPES, V. (2005). Sistemas de gestión de calidad y medio ambiente como soporte de la gestión municipal de las playas.Equipamiento y servicios municipales, 117: 52-62. Depósito Legal: M-3244-1985. ISSN: 1131-6381. Edita: Publiteca, S.A. Madrid. (pdf)
YEPES, V. (2007). Gestión del uso y explotación de las playas.Cuadernos de Turismo, 19:241-254. ISSN: 1139-7861. (pdf)(link)
YEPES, V. (2012). Sistemas voluntarios de gestión de playas de uso intensivo.En: Rodríguez-Perea, A., Pons, G.X., Roig-Munar, F.X., Martín-Prieto, J.Á., Mir-Gual, M. y Cabrera, J.A. (eds.). La gestión integrada de playas y dunas: experiencias en Latinoamérica y Europa: Mon. Soc. Hist. Nat. Balears, 19: 61-76. ISBN: 978-84-616-2240-5. Palma de Mallorca.
Se están proponiendo muchas soluciones, algunas más peregrinas que otras, respecto a cómo utilizar la playa de forma segura en tiempos de pandemia. En un artículo anterior comenté un modelo, muy sencillo, de circulación peatonal en paseos marítimos y playas. Ahora voy a explicar otra medida, también muy sencilla, y fácil de controlar, para garantizar márgenes de seguridad en el uso de la playa. En otros artículos que iré escribiendo, explicaré otros aspectos sobre cómo y dónde medir la ocupación de las playas y qué hacer para evitar problemas de contagios. Las soluciones, insisto, deben ser muy sencillas, de bajo coste y fáciles de controlar.
Para ello, lo más importante es que, en muchas playas, es posible que el grado de saturación no sea tan alto como podemos ver en la Figura 1. De hecho, el aspecto clave va a ser calcular una capacidad máxima de ocupación que sea compatible con la seguridad en el uso de las playas. Este es un concepto novedoso que aparece en este artículo por primera vez. El cálculo de esa capacidad será objeto de otro artículo en breve, y que está en proceso de redacción, pero supongamos que tenemos clara dicha cifra de Densidad Máxima Segura (DMS). Conviene aclarar que esta DMS será una densidad menor a la habitual en el uso de las playas por motivos de satisfacción o comodidad, pues aquí el factor limitante será la seguridad frente al contagio.
Antes de continuar con la exposición, hay que considerar que un número significativo de playas pequeñas, de uso muy familiar, de difícil acceso, o de especial protección, no llegan a esta DMS. Por otra parte, es posible que se vea reducido el turismo internacional y ello implique que determinadas playas saturadas en verano queden con una ocupación menor a la DMS. Por tanto, la metodología que se explica a continuación estaría muy orientada a playas urbanas, muy masificadas en verano, donde el usuario procede fundamentalmente de turismo nacional o es residente. Por eso, mi insistencia en que se debe abordar el problema de forma particular para cada municipio y playa.
Lo primero que tenemos que conocer de una playa es su comportamiento espacio-temporal. Si nos circunscribimos exclusivamente al comportamiento temporal, cada playa presenta una curva característica de ocupación horaria. Este comportamiento deberíamos conocerlo de alguna forma. Pero en caso de no tenerlo claro, os aporto una modelo simplificado en la Figura 2. Como se puede observar, la ocupación máxima, del 100%, ocurre aproximadamente a las 12:30 h en las playas. Posteriormente, y coincidiendo con el almuerzo, existe una meseta de ocupación. En algunas playas muy masificadas, la meseta prácticamente se mantiene una parte importante del día en su punto máximo.
La propuesta, a partir de aquí, es muy sencilla: Se trata de calcular el DMS y, por tanto, a qué porcentaje de ocupación nos estamos refiriendo. Puede ocurrir que una playa tenga un DMS superior al 100% de su ocupación esperada. En dicho caso, no hay que tomar medidas de restricción horaria. En la Figura 3 se representa en una línea roja el DMS para una playa determinada, en este caso, se ha calculado para el 80% del máximo de ocupación. Como puede verse, la solución es eliminar de alguna forma la saturación entre las 11:30 horas y las 13:30 horas. Pero, ¿cómo tomamos esa decisión?
Necesitamos conocer, a continuación, la pirámide poblacional de los turistas que frecuentan nuestra playa. En cada municipio se debería conocer dicha pirámide. Pero, a falta de datos, vamos a utilizar la pirámide de población española (Figura 4).
Si nos fijamos en este caso particular, la población mayor de 65 años, que es la más vulnerable, supone aproximadamente el 20% de la población. Los menores de 14 años suponen, del mismo modo, un porcentaje de un 15%. Por tanto, una solución sería la siguiente: desde las 11:30 a las 13:30 horas, no pueden hacer uso de la playa la población mayor de 65 años. De esta forma podríamos afrontar la exigencia del DMS de la Figura 3. Sin embargo, si fuera necesario, se podría añadir a la población menor de 14 años a dicha restricción. Resulta fácil por parte de las autoridades comprobar si en esa franja horaria existen usuarios mayores de 65 años o menores de 14. Es evidente que habría que particularizar el caso para cada una de las playas.
Por tanto, la metodología propuesta es la siguiente:
Paso 1. Determinar el DMS para una playa determinada.
Paso 2. Determinar la curva horaria de ocupación particular de la playa. En caso de no disponer ninguna, se utiliza la aproximación de la Figura 2.
Paso 3. Determinar la franja horaria de restricción horaria, tal y como se ha utilizado en la Figura 3.
Paso 4. Calcular la franja de edades, empezando por los usuarios vulnerables, donde se debe restringir el uso en la franja horaria. Se utilizará la pirámide de población de los usuarios de la playa. En caso de no disponer datos, se usará la pirámide de población española.
Paso 5. En caso de que sea insuficiente la restricción a las personas vulnerables, se restringirá también el uso a los menores.
Referencias:
YEPES, V. (2002). La explotación de las playas. La madurez del sector turístico. OP Ingeniería y territorio, 61:72-77. Depósito Legal: B-5348/1986. ISSN: 0213-4195. Edita: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Barcelona. (link)
YEPES, V. (2005). Sistemas de gestión de calidad y medio ambiente como soporte de la gestión municipal de las playas.Equipamiento y servicios municipales, 117: 52-62. Depósito Legal: M-3244-1985. ISSN: 1131-6381. Edita: Publiteca, S.A. Madrid. (pdf)
YEPES, V. (2007). Gestión del uso y explotación de las playas.Cuadernos de Turismo, 19:241-254. ISSN: 1139-7861. (pdf)(link)
YEPES, V. (2012). Sistemas voluntarios de gestión de playas de uso intensivo.En: Rodríguez-Perea, A., Pons, G.X., Roig-Munar, F.X., Martín-Prieto, J.Á., Mir-Gual, M. y Cabrera, J.A. (eds.). La gestión integrada de playas y dunas: experiencias en Latinoamérica y Europa: Mon. Soc. Hist. Nat. Balears, 19: 61-76. ISBN: 978-84-616-2240-5. Palma de Mallorca.
El uso de las playas en plena pandemia va a ser distinto al que estamos acostumbrados. Entre las dos opciones extremas, la de permitir el uso sin restricciones de la playa a la prohibición completa, existen opciones intermedias que deben compatibilizar el uso seguro y la actividad económica asociada. Lo que es cierto, es que debemos asumir un uso diferente este verano. En este artículo trato de reflexionar sobre una medida sencilla, de bajo coste, pero que puede evitar muchos problemas en los espacios públicos.
Si atendemos a la llamada “distancia social” para evitar contagios, parece ser que las personas deberíamos separarnos unos 2 m entre sí en el caso de permanecer estáticos. Esta distancia aumenta si las personas se encuentran en movimiento (paseando, corriendo, en bicicleta, etc.).
La distribución de una serie de puntos separados esta distancia permite mallar el espacio con puntos situados en triángulos equiláteros de 2 m de lado. En la Figura 2 podemos ver este tipo de mallado, que forma una red hexagonal o red triangular equilátera. Podrían hacerse redes cuadradas, rectangulares, etc. Lo que es cierto es que esta ocupación estática del espacio implica que, cualquier movimiento supone conlleva incumplimientos en la distancia social.
Por tanto, es fácil entender que, si existe movimiento de las personas, existirán incumplimientos en la distancia social dependiendo de la densidad de ocupación y del tipo de movimiento. En el caso más extremo, si tenemos dos personas separadas una distancia muy grande, la probabilidad de que se encuentren a una distancia menor a la segura, va a ser pequeña. Por contra, si tenemos una malla de personas separadas de forma estricta una distancia social, el movimiento de una sola persona implica el incumplimiento de la distancia segura. Pero si todas ellas se moviesen en la misma dirección, a la misma velocidad, ello significa mantener dicha distancia social.
Por tanto, se puede ver que existe una relación entre la densidad de ocupación de un espacio y el tipo de movimiento que se realice en él. Otra variable adicional sería el porcentaje de personas capaces de transmitir el virus. Si todas las personas están sanas, la probabilidad de contacto es nula, independientemente de la densidad y del movimiento.
Todo esto os lo cuento porque existe una forma muy sencilla de disminuir el riesgo de contagios en las playas y paseos marítimos, aunque estas ideas se pueden extrapolar a otros espacios. Se trata de establecer, al igual que en una carretera, un doble carril de circulación, donde la gente siempre debe circular por su derecha. No es necesario señalar dichos carriles, simplemente se trata de seguir unas mínimas instrucciones a la hora de pasear por estos lugares.
Empecemos por lo más sencillo. Cuando se accede a una playa, normalmente se hace por una pasarela. La gente se cruza, los que van con los que vienen. Pues lo inmediato es duplicar las pasarelas de acceso a la playa, de forma que, tanto para salir como para entrar, los usuarios circulen por su derecha. En la Figura 3 os paso un esquema de esta disposición. Las dos pasarelas estarían separadas la distancia mínima de seguridad (2-3 m). La de salida de bañistas es la que debería estar junto a las duchas o lavapiés (cuyas condiciones de uso es un tema a tratar aparte).
El segundo ejemplo es el paseo por la denominada “zona activa” (ver Figura 1). Esta zona es la más próxima a la línea de la playa y es donde, normalmente, se pasea. Como se puede comprobar en la Figura 4, se debería respetar un mínimo de 10 m de zona activa (no poner sombrillas ni toallas) y la circulación debería ser la del “sentido de la derecha”. Se puede comprobar que entre ambos “carriles” de circulación, debería haber una separación de, al menos, 2 m. Tampoco hay que señalizar nada, pero sí los usuarios pasean de esta forma, se evitarán los cruces y disminuyen los contagios.
El tercer ejemplo es el de los paseos marítimos o en calles suficientemente anchas. En la Figura 5 se comprueba que también se puede usar esta disposición. Vemos la necesidad, de al menos, 10 m de anchura. Aquí se podría señalizar con pegatinas en el suelo la separación entre carriles, con flechas de dirección.
Para terminar, me gustaría indicar que estas precauciones se deberían particularizar en cada una de las playas. Además, deben acompañarse de otra serie de medidas para regular el uso de las playas. Pero debido a su sencillez, la he propuesto en mi blog por si pueden ser de interés.
Os paso un vídeo donde se recoge la propuesta en un reportaje de A Punt (televisión autonómica valenciana):
¿Quieres oír mi entrevista sobre la campaña #paseaportuderecha? Puedes simplemente pinchar en este enlace.
Agradezco a Antonio J. Sánchez Garrido los dibujos que me han permitido explicar las ideas del artículo.
Referencias:
YEPES, V. (2002). La explotación de las playas. La madurez del sector turístico. OP Ingeniería y territorio, 61:72-77. Depósito Legal: B-5348/1986. ISSN: 0213-4195. Edita: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Barcelona. (link)
YEPES, V. (2005). Sistemas de gestión de calidad y medio ambiente como soporte de la gestión municipal de las playas.Equipamiento y servicios municipales, 117: 52-62. Depósito Legal: M-3244-1985. ISSN: 1131-6381. Edita: Publiteca, S.A. Madrid. (pdf)
YEPES, V. (2007). Gestión del uso y explotación de las playas.Cuadernos de Turismo, 19:241-254. ISSN: 1139-7861. (pdf)(link)
YEPES, V. (2012). Sistemas voluntarios de gestión de playas de uso intensivo.En: Rodríguez-Perea, A., Pons, G.X., Roig-Munar, F.X., Martín-Prieto, J.Á., Mir-Gual, M. y Cabrera, J.A. (eds.). La gestión integrada de playas y dunas: experiencias en Latinoamérica y Europa: Mon. Soc. Hist. Nat. Balears, 19: 61-76. ISBN: 978-84-616-2240-5. Palma de Mallorca.
Víctor Yepes Piqueras. Catedrático de Universidad. Universitat Politècnica de València.
Introducción al problema
La proximidad del verano y la lenta pero progresiva reactivación de la actividad en plena pandemia del coronavirus presenta grandes retos, inéditos hasta ahora, de cómo afrontar la actividad turística, entre otros, en los destinos turísticos de “sol y playa”. No hay que olvidar que esta modalidad turística supone una parte muy importante del empleo y de la actividad económica de España. A expensas de los estudios científicos correspondientes al comportamiento del virus en las condiciones de temperatura, humedad, viento, etc. de una playa, este documento reflexiona sobre los condicionantes básicos y las recomendaciones generales que deberían adoptarse para el uso de estos espacios. No obstante, las soluciones deben analizarse y particularizarse para cada una de las playas. Además, la playa no se puede disociar del destino turístico, por lo que se deben realizar estudios y tomar medidas en otros ámbitos como puedan ser los paseos marítimos, alojamientos turísticos, medios de transporte, etc.
La pandemia ha provocado un problema complejo donde se deben maximizar, a la vez, dos objetivos:
Seguridad de los usuarios.
Mantenimiento de la actividad económica y del empleo.
En el caso del uso y disfrute de las playas, las dos soluciones extremas son las siguientes:
Ninguna regulación. En dicho caso, a corto plazo se podrían reactivar algunas actividades turísticas y el empleo. Los usuarios se encuentran desprotegidos frente al virus. A largo plazo las consecuencias económicas globales y el desempleo se agravan.
Prohibición del uso de la playa. Se minimiza el riesgo de contagio. Las actividades económicas y el desempleo asociadas al turismo a corto y largo plazo quedan muy dañadas.
Por tanto, cualquier solución debe intentar compatibilizar ambos objetivos contrapuestos. Se trata de un típico problema de optimización multiobjetivo. La solución matemática requiere la disposición de numerosos datos para contextualizar el problema. Sin embargo, los datos son escasos y, a su vez, muy dinámicos, y diferentes en cada playa, lo cual dificulta la toma de decisiones.
Lo cierto es que el uso y disfrute tradicional de las playas debe cambiar para conseguir, entre todos, minimizar los impactos negativos de todo tipo que está causando esta grave crisis. Bajo qué condiciones y cómo afrontarlo es lo que trata de esbozar este documento.
Restricciones o condicionantes del problema
Para definir el problema y ayudar a la toma de decisiones, se deben realizar una serie de consideraciones previas que constituyen las restricciones o condicionantes de este problema:
La prioridad es mantener la seguridad de los usuarios en límites razonablemente altos. La seguridad absoluta, como en cualquier rama de la ingeniería, no es posible, pero sí es factible minimizar el nivel de riesgo a límites aceptables.
Cualquier medida que se tome debe ser fácil de aplicar y sencilla de controlar. Todos los agentes involucrados, empezando por los usuarios de las playas, deben comprender de forma sencilla el motivo por el que se toman determinadas restricciones, así como deben seguir las recomendaciones, sin que existan dudas o diferentes interpretaciones al respecto.
Se deben evitar soluciones de alto coste económico o cuya eficiencia sea dudosa o poco contrastada. Además, las soluciones deben ser eficaces a corto plazo, es decir, para su aplicación inmediata. Soluciones muy innovadoras deben tenerse en cuenta, pero se deben aplicar con mucha cautela si no existe un estudio previo.
Cualquier solución, aunque cumpla requerimientos de carácter general, debe particularizarse para cada playa y municipio. Para ello, una vez establecidas las recomendaciones generales, deben realizarse reuniones de coordinación científico-técnica con cada uno de los municipios afectados y acordar soluciones específicas.
Debe existir un único centro de coordinación que compruebe el cumplimiento de las normas, que tome decisiones inmediatas ante problemas complejos y que coordine a las distintas administraciones y organismos involucrados específicamente en las playas: Comunidad Autónoma, Diputaciones, Ayuntamientos, Demarcación de Costas, Autoridad Marítima, Autoridades Sanitarias, Cruz Roja, Guardia Civil, Empresas, Órganos de Gestión de Playas, y cualquier otro agente involucrado.
Criterios para abordar soluciones
Una vez establecidos los condicionantes, veamos qué criterios son los que permiten abordar las soluciones.
Parece ser que, entre las recomendaciones que se manejan por parte de la comunidad científica y de las administraciones sanitarias, se encuentran las de mantener una distancia de seguridad entre personas (unos 2 m) y la precaución de no tocar superficies que se hayan contaminado, y en el caso de que esto se haya hecho, limpiarse las manos con jabón o usar geles desinfectantes. Otras medidas son el uso de mascarillas en todo momento. Estas medidas deberían matizarse por parte de las autoridades sanitarias en función de la fase en la que se encuentre la pandemia en un lugar determinado. Estas condiciones sanitarias obligan a tomar una serie de medidas que, al menos, son las siguientes:
Se debe garantizar la distancia social entre los usuarios o aquellas medidas que aconseje la autoridad sanitaria en cada momento.
Se debe disponer de un sistema de aviso sencillo y rápido en el caso de un incumplimiento masivo de las reglas básicas para evacuar las playas.
Se debe evitar que los usuarios toquen superficies utilizadas de forma masiva como pulsadores en lavapiés, duchas, áreas de juego, etc. Se aconseja realizar un estudio específico sobre la capacidad de contagio de cada una de estas superficies.
Se debe realizar cierto control, en la medida de lo posible, de los usuarios que acceden a la playa.
Se deben realizar las tareas de limpieza e higienización de las infraestructuras de las playas con la periodicidad suficiente para garantizar cierto nivel de higiene.
CONDICIÓN 1. Distancia social entre los usuarios.
Esta es la condición más difícil de abordar de las planteadas. Aquí resulta imprescindible particularizar las soluciones para cada una de las playas. En cualquier caso, cualquier solución pasa por realizar un estudio particularizado de la capacidad de carga de la playa que garantice la distancia social. Éste cálculo es complejo, pues la capacidad máxima con usuarios estáticos es sencilla de calcular (ver Referencias), pero con usuarios en movimiento resulta más difícil. Además, las condiciones físicas de la playa, las brisas dominantes, etc., pueden influir en la propagación del virus. De todos modos, veamos algunas consideraciones previas a la toma de decisiones:
En playas pequeñas, donde exista la posibilidad de un control de acceso claro, debe limitarse el aforo mediante un control en el acceso. El caso más sencillo son las calas o playas alejadas donde se accede mediante vehículo. Podría bastar la limitación en el número de vehículos.
En playas de uso masivo, normalmente muy ocupadas durante el periodo vacacional, la solución pasa por reducir la densidad a límites aceptables. Esta reducción puede realizarse mediante las siguientes técnicas:
Laminación de la curva de uso. La franja horaria de las 12:00 a las 14:00 horas es aquella de uso masivo. Esta franja podría variar de una playa a otra, pero es evidente que aquí hay que tomar medidas. Lo más efectivo es prohibir durante esta franja horaria el uso de la playa a menores de 14 años y mayores de 65 años. En función de la fase de la pandemia, se podrían dar horarios de uso por edades, de forma similar al actual régimen de paseos y deporte.
Se puede realizar una actuación en las zonas de uso de la playa. Cada zona tiene unas características propias que pueden modificarse: zona de reposo, zona libre, zona de accesos, zona de resguardo, concesiones, etc. Se debería dejar libre de uso una distancia de 10 m a cada lado de las pasarelas de acceso a la playa. Las concesiones de hamacas y tumbonas deberían separar sus elementos, pero hacia la parte trasera, sin ocupar más frente litoral debido al esponjamiento.
Se puede realizar una fragmentación de la playa en función de la vulnerabilidad de los usuarios. En cada municipio se debería establecer uno o varios tramos señalizados para usuarios de una especial vulnerabilidad. Se trata, atendiendo a razones sanitarias, de personas mayores de 65 años. Estas zonas, que podrían suponer un 20-25% de la playa serían de uso exclusivo, con recursos y medios especiales. Del mismo modo, se debería establecer una zona de uso especial para unidades familiares con niños menores de 14 años.
De forma inmediata, se deben duplicar las pasarelas en cada uno de los accesos. Para entrar a la playa se utiliza la pasarela de la derecha, al igual que para salir. La separación entre ambas líneas de pasarelas será de un mínimo de 2 m, mejor 3 m. La pasarela de salida será la que sea más próxima a duchas y lavapiés.
En el caso de la separación física de los usuarios, su uso se recomienda únicamente en las zonas destinadas a personas de especial vulnerabilidad o bien de los grupos familiares con niños. No se recomienda el uso de elementos tales como mamparas, de alto coste, que impiden el disfrute de la brisa, y cuyo mantenimiento y desinfección la harían inviable. Existen posibilidades de señalización que deberían estudiarse en cada una de las playas.
CONDICIÓN 2. Sistema de aviso de incumplimiento grave.
El sistema actual de banderas (verde, amarilla y roja) debe ampliarse a un caso no contemplado hasta el momento. Es el uso de la BANDERA NEGRA. Es una bandera, cuyo significado debe explicarse al usuario, y cuyo uso implica el cierre inmediato del uso de toda la playa, no solo de la zona de baño. El uso de la bandera negra debe delimitarse mediante un protocolo, pero se trata de evacuar a los usuarios ante una masificación fuera de los límites aceptables o cualquier otro incumplimiento que suponga un riesgo para los usuarios. Su uso debe ser excepcional y por causas muy justificadas, aunque basta la recomendación de la autoridad sanitaria correspondiente. Este tipo de señalización se podría complementar, en función de cada municipio, con el uso de megafonía y otros medios de los que disponga el municipio. Las autoridades velarán, durante la evacuación, del cumplimiento de las medidas de seguridad oportunas.
CONDICIÓN 3. Superficies de alta peligrosidad de contagio.
Además de la distancia social, un foco de riesgo de contagio es cualquier superficie donde el virus pueda ser activo. A falta de un estudio específico sobre la capacidad de contagio en estas superficies, se recomienda el cierre de todas las áreas de juego y elementos similares. Asimismo, se invita a los usuarios que no toquen con la mano desnuda los pulsadores de duchas y lavapiés. Este problema debe analizarse con mayor profundidad.
Es evidente que una ducha o un lavapiés es un elemento que contribuye a la satisfacción del usuario de las playas. Sin embargo, estos elementos no aparecieron en las playas hasta entrada la década de 1990. Antes, o no existían, o eran escasos. En una pandemia como la actual, existen dos problemas importantes que deben resolverse:
En primer lugar, el uso de estos elementos supone, en las playas muy masificadas, largas colas de usuarios en hora punta esperando turno para su uso. En este caso, la distancia de seguridad puede no guardarse adecuadamente, o bien provocar colas muy largas y tiempos de espera no admisibles. En estos casos hay que estudiar la necesidad de eliminar o desactivar estos elementos higiénicos, especialmente aquellos dañados por los últimos temporales y que resultan difíciles de higienizar. Se recomienda, en estos casos, el desmontaje para evitar enfados o falta de comprensión por parte de los usuarios.
En cualquier caso, se deben dar recomendaciones a los usuarios de no tocar con las manos desnudas los pulsadores de duchas y lavapiés. A falta de estudios sobre la transmisión del virus en estas superficies, se recomienda el uso de una toalla o cualquier otro elemento para evitar el contacto. Los usuarios que no sigan esta recomendación, estarán expuestos al contagio. Además, cuando se llegue al hotel o al apartamento, debe realizarse un lavado de manos con jabón o el uso de un desinfectante.
CONDICIÓN 4. Control de acceso.
En cada una de las playas se debe realizar un control del aforo, del uso y del acceso, particularizando dicho control a cada caso. Por ejemplo, en playas masivas sería de interés un dispositivo que midiese la temperatura corporal a distancia. Este tipo de elemento no solo permite una mayor seguridad, sino que aumenta en el usuario su confianza en las autoridades. En otro tipo de playas, sobre todo las pequeñas y alejadas, hay que controlar el número de vehículos o, incluso los usuarios. En playas que se hayan establecido zonas para usuarios de alta vulnerabilidad o bien para grupos familiares con niños, debe existir un control, al menos visual, sobre el cumplimiento de estas condiciones.
CONDICIÓN 5. Limpieza e higienización de las infraestructuras de las playas
Con la regularidad que imponga el uso y las condiciones sanitarias, se debe realizar una limpieza profunda e higienización de las infraestructuras de las playas. Aquí entra todo tipo de infraestructuras, sean de titularidad pública o privada: papeleras, duchas, lavapiés, tumbonas, paseos marítimos, servicios higiénicos, etc.
Se debe garantizar la limpieza periódica de las playas con máquinas que eliminen residuos. La radiación solar y la aireación de la arena son buenas soluciones para higienizar la arena. En el caso de una roturación de la arena, debe, inmediatamente, realizarse una compactación con rodillo para evitar la remoción de la arena por el viento y, por tanto, la pérdida de arena y la desestabilización de la playa. Los rodillos de compactación, de diámetro determinado, servirían también para delimitar o zonificar espacios, aunque la duración de esta señalización es efímera.
Conclusiones y ultimas recomendaciones
Por último, señalar que algunas de las medidas recomendadas en este documento son muy efectivas y de aplicación inmediata (duplicación de pasarelas, laminación horaria, zonificación por edades y usos, empleo de la bandera negra, uso restringido de duchas y lavapiés, clausura de áreas de juego para niños, desinfección y limpieza, etc.). Sin embargo, es importante señalar que es absolutamente necesario particularizar las medidas necesarias en cada una de las playas. Es obligatorio realizar un estudio científico-técnico pormenorizado en cada playa que determine su capacidad máxima de uso atendiendo no solo a la satisfacción del usuario (4-10 m2/persona), sino que debe atender a la distancia social de los usuarios EN MOVIMIENTO. Este aspecto, sin duda, cambia la forma de calcular la capacidad de carga, que será menor a la habitual.
Por otra parte, la playa no es un ente independiente del resto del destino turístico. Los paseos marítimos, las calles, los alojamientos turísticos, los restaurantes, las tiendas, los accesos por vía terrestre, aérea o marítima, entre otros, son aspectos que deben estudiarse y tomar medidas. La playa no se puede entender disociada del destino turístico.
Además de todo ello, se recomienda recopilar toda la información necesaria durante la crisis para actualizar las recomendaciones y la toma de decisiones conforme vaya transcurriendo la pandemia. No destinar los recursos necesarios para una investigación científica en profundidad de este fenómeno puede provocar pérdidas de oportunidad y conocimiento ante sucesos que puedan repetirse en el futuro.
Por último, debe definirse de forma inmediata un mando único de gestión del uso de las playas que coordine la implantación, control, toma de decisiones, sanciones, sanidad, seguridad, etc. Ello sin menoscabo de este tipo de labores realizadas por cada uno de los Ayuntamientos en sus ámbitos respectivos.
Todo lo anterior requiere de una campaña de comunicación que explique a los usuarios las medidas tomadas, su justificación y la necesidad de su colaboración. Un objetivo adicional de dicha campaña es la transparencia de las acciones realizadas para mejorar la seguridad de los usuarios de las playas y de los turistas en general.
Referencias:
YEPES, V. (2002). La explotación de las playas. La madurez del sector turístico. OP Ingeniería y territorio, 61:72-77. Depósito Legal: B-5348/1986. ISSN: 0213-4195. Edita: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Barcelona. (link)
YEPES, V. (2005). Sistemas de gestión de calidad y medio ambiente como soporte de la gestión municipal de las playas.Equipamiento y servicios municipales, 117: 52-62. Depósito Legal: M-3244-1985. ISSN: 1131-6381. Edita: Publiteca, S.A. Madrid. (pdf)
YEPES, V. (2007). Gestión del uso y explotación de las playas.Cuadernos de Turismo, 19:241-254. ISSN: 1139-7861. (pdf)(link)
YEPES, V. (2012). Sistemas voluntarios de gestión de playas de uso intensivo.En: Rodríguez-Perea, A., Pons, G.X., Roig-Munar, F.X., Martín-Prieto, J.Á., Mir-Gual, M. y Cabrera, J.A. (eds.). La gestión integrada de playas y dunas: experiencias en Latinoamérica y Europa: Mon. Soc. Hist. Nat. Balears, 19: 61-76. ISBN: 978-84-616-2240-5. Palma de Mallorca.