
Acaba de dejarnos Javier Rui-Wamba Martija, fundador de Esteyco y de la fundación que lleva su nombre. Falleció en Barcelona el pasado 10 de julio. Su vida y su obra demostraron que la ingeniería no solo es técnica, sino también cultura, rigor y belleza.
Nació en Guernica en 1942 y, a los siete años, se mudó a Bilbao, donde cursó los diez años de bachillerato en el colegio de los jesuitas. En aquellos años, además de estudiar, cultivó su afición por el deporte: practicó fútbol y baloncesto con éxito y recorría en bicicleta la ría, contemplando la industria pesada de la margen izquierda y los barcos que esperaban faena los lunes.
Se formó como ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y, durante años, fue docente en la Escuela Superior de Ingenieros de Caminos de Madrid, en la cátedra de Puentes y Estructuras Metálicas. También participó activamente en numerosos comités nacionales e internacionales, contribuyendo a elaborar normativas de referencia como el influyente Código Modelo 1990 del Comité Europeo del Hormigón.
Su carrera profesional fue igual de intensa: lideró un equipo multidisciplinar en más de 800 proyectos en más de 30 países, para los que empleó con frecuencia técnicas innovadoras y materiales diversos. Entre sus obras más notables destacan la torre eólica telescópica sin sujeción más alta del mundo, proyectada en China, y la plaza de las Glorias de Barcelona, un proyecto que diseñó y rediseñó para abrir la ciudad al mar.
En 1970, fundó la empresa Esteyco y, más tarde, la Fundación Esteyco, con la que demostró que la ingeniería también puede ser un humanismo, creando un espacio de encuentro entre arquitectura e ingeniería en el que ambas disciplinas se someten al rigor científico, la excelencia literaria y la belleza visual. La fundación ha editado más de cien libros desde 1991, que se suman a la impresionante biblioteca personal de Rui-Wamba: cuatro mil volúmenes técnicos en su oficina y otros cuatro mil —sobre todo novelas— en su casa. «Con los libros pierdes el miedo a lo que no conoces», solía decir.
Además de su labor profesional, Rui-Wamba dejó un legado intelectual: tras 12 años de trabajo y unas 10.000 horas invertidas, publicó su obra más ambiciosa, El legado estructural de Javier Rui-Wamba: extractos de la teoría unificada de estructuras y cimientos (TUEC), un tratado de 3.000 páginas cuidadosamente manuscritas.
A lo largo de su carrera recibió numerosos galardones, entre ellos el Premio Nacional de Ingeniería Civil, concedido por unanimidad en 2016, la Medalla Ildefons Cerdá, la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Caminos y el Premio Nacional de Ingeniería del Ministerio de Fomento. El propio ministro destacó entonces su «talento y compromiso con la sociedad» y su capacidad para combinar las distintas facetas de la profesión.
Hasta poco antes de la pandemia, acudía cada mañana a su oficina con buen humor y una sonrisa, con un aire que recordaba al actor Harrison Ford. Hablaba catalán, firmaba con su Pilot V5 azul y recordaba con cariño que su madre le llamaba buru handi (cabeza grande) en euskera.
Hoy, arquitectos e ingenieros, reconocemos la deuda de gratitud con quien supo tender puentes entre la técnica y la cultura, la ciencia y la belleza. Descanse en paz, Javier Rui-Wamba Martija.
Aquí le podemos ver en varios vídeos:
Os dejo un artículo que permite adentrarnos algo más en la personalidad de este gran ingeniero.
También el discurso de toma de posesión en la Academia de Ingeniería.