Ya en un artículo anterior ponía en evidencia algunas incongruencias ortográficas que existen en castellano cuando se utilizan palabras técnicas. Así, usamos ensayo Proctor, sin tilde, pues a pesar de que la palabra Proctor es llana, por respeto al apellido al autor, se mantiene este sin modificarlo.
Algo parecido ocurre cuando usamos la palabra inglesa filler. Fíjese que la he escrito en cursiva por ser una palabra extranjera. Sin embargo, su uso es muy habitual en ingeniería, especialmente en carreteras. Si se quiere españolizar dicha palabra, debería escribirse como “fíller”, con tílde por ser llana terminada en “r”. Pero esta palabra no se encuentra en la Real Academia de la Lengua, y su uso de esta forma está sujeto a dudas. De hecho, consulté a mi amigo Miguel Ángel del Val, catedrático de ingeniería de carreteras de la Universidad Politécnica de Madrid, sobre este tema. Me comentó que él empezó usando la palabra en cursiva, posteriormente se apuntó al sintagma nominal “polvo mineral” y, por último, decidió utilizar la palabra españolizada con su tilde correspondiente: fíller y fílleres.
El motivo es razonable. El sintagma “polvo mineral”, lo podemos ver, por ejemplo, en el artículo 542 sobre mezclas bituminosas en caliente tipo hormigón bituminoso, del PG-3. Fue una apuesta apropiada en lengua española y muy correcta (por cierto, iniciativa del profesor Sandro Rocci en los años 90). El problema es que esta expresión no se usa en Latinoamérica, y por tanto, parece apropiada la españolización total de la palabra, tal y como propone el profesor Miguel Ángel del Val. Por cierto, su postura con ésta y otras palabras se puede ver en el siguiente enlace: https://nosolocarreteras.blogspot.com/2014/10/algunas-palabras-o-acepciones-usadas-en_22.html
Hay una Real Academia de Ingeniería y una Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que tiene una comisión lingüística y publica un diccionario de términos científicos y técnicos. Parece evidente que hay hueco para llegar a acuerdos respecto a neologismos técnicos. No obstante, y en eso coincido con Miguel Ángel, es preferible, en la medida de lo posible, utilizar términos técnicos propios y tradicionales, evitando al máximo los anglicismos.
Resumiendo, a partir de ahora me sumo a la propuesta de Miguel Ángel y utilizaré siempre fíller y fílleres, aunque intentaré que también se use en Latinoamérica la denominación “polvo mineral”.